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Los dueños de las aguas, los más temible reptiles africanos, los conocidos en su representación mitológica como Sobek, el dios de la fertilidad, la vegetación y la vida... ¿Sabes ya de qué animal hablamos? Exacto: ¡de los cocodrilos del Nilo! Unos peligrosos animales que en el Antiguo Egipto eran venerados y asociados al poder del Faraón, y a cuya muerte se momificaban y enterraban en una tumba sagrada, prueba del respeto que proyectaban. Normalmente, esta especie de cocodrilo puede alcanzar los 6 metros de longitud y rozar los 100 kg de peso, aunque existen algunas diferencias en su aspecto según el ecosistema en que habiten, sean ríos, marismas, pantanos o lagos.
Por obvio que resulte subrayarlo, es importante tener cuidado con ellos, pues si bien los ejemplares jóvenes e inexpertos se alimentan de arañas, ranas, lagartos, vertebrados pequeños y otros reptiles menores, una vez crecidos y alcanzado un volumen importante van a por los peces, a por los antílopes e incluso a por las cebras. Poco les importa el tamaño a estos reptiles depredadores, pues el cocodrilo del Nilo puede llegar a ingerir la mitad de su peso en comida. Además, y por si fuera poco, son unos maestros del sigilo, siendo capaces de permanecer más de 2 horas sumergidos casi al completo gracias a que sus ojos, oídos y ventanas de la nariz se encuentran en la parte más alta de su cabeza.
Las curiosidades sobre este reptil llegan incluso antes de su nacimiento. Y es que, una vez puestos los huevos, cuya incubación dura de 90 a 100 días, entra en juego una variante clave que decidirá el sexo del animal, y que no es otra que la temperatura. Durante las semanas posteriores a la puesta de huevos, el frío será crucial a la hora de dar lugar a más hembras y el calor llevará a una mayoría de futuros machos.