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Es su característica principal: el fuerte y fétido olor que segregan sus glándulas anales. Se trata de un mecanismo de defensa ante cualquier amenaza. La Mofeta levanta las patas traseras y eleva la cola, apoyándose en las patas delanteras: es su manera de advertir lo que va a hacer, un gesto que acompaña de un sonido agudo de alerta. Este mamífero emite un líquido que puede causar ceguera puntual (muy complicado, además, de eliminar de la piel). Del tamaño de un gato doméstico, la Mofeta tiene la cabeza pequeña, las orejas cortas, y una larga y peluda cola blanca y negra (que constituye una señal para peligro para sus depredadores). Sus pies son plantígrados con cinco dedos parcialmente palmeados; las garras, más largas en las patas delanteras para facilitar la excavación. Tiene sólo un molar cuadrado en la mandíbula superior, y dos molares en la mandíbula inferior. No es un animal que vea muy bien, aunque sí que tiene muy buen oído. Este animal prefiere áreas abiertas en las que se mezclan hábitats diferentes: bosques, pastizales y claros agrícolas. Los edificios de las zonas suburbanas le proporcionan refugio, no es raro verlas por allí. Suelen encontrarse cerca de una fuente de agua.
Las mofetas son omnívoras. Su alimentación puede llegar a componerse de insectos, huevos, frutas, mamíferos pequeños, pájaros y miel.
Con una reproducción un tanto singular, machos y hembras se asocian solamente a la hora del apareamiento; el resto del tiempo no, de hecho el macho se caracteriza por ser solitario y, generalmente, polígamo. Las hembras alumbran de una a 10 crías, tras un período de gestación de 55 días. La prole se alimenta de leche materna durante aproximadamente 10 semanas.