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Entre las características que más llaman la atención de la Piraña Roja está sin duda la mandíbula prominente y su poderosa boca, atestada de dientes en posición terminal (a veces, en la parte inferior, muestran la punta). Con unas aletas dorsales situadas más atrás, su nado es similar al movimiento de una serpiente: son sus fuertes músculos laterales, junto con la aleta caudal, los que lo impulsan. Las otras aletas apenas participan en la locomoción, de hecho se pliegan al cuerpo durante los desplazamientos lentos. Las aletas inferiores sirven para estabilizar el equilibrio del pez, así como para que flote sin apenas moverse (la vejiga natatoria contribuye también a esto). La piraña joven es plateada y con puntos negros por todo el cuerpo, que tienden a desaparecer a medida que va creciendo. La barriga enrojece (de ahí que se la llame “red belly” en los países anglosajones), el plateado se torna oscuro tirando a verde o azulado, mientras que el iris se transforma en un naranja intenso.
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La Piraña roja acecha a sus presas al amanecer y durante el crepúsculo. Es entonces cuando atacan y se alimentan de ellas. Suelen nutrirse de animales más pequeños que ellas, pero puede ocurrir que se presente la oportunidad de cazar en grupo (en estos ataques consiguen matar a animales del tamaño de un caballo). Su alimentación es bastante variada, aunque el 90% de lo que comen son peces, amén de insectos, gusanos, anfibios e incluso pequeños mamíferos.
En cuanto a la reproducción, las hembras pueden llegar a poner hasta 1.000 huevos en la época de la cría. Huevos relativamente grandes que se adhieren a las raíces de los árboles que cuelgan en el agua. Los progenitores cuidan de éstos durante nueve o 10 días, el tiempo que tardan en eclosionar.