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El Ocelote es un felino nocturno, extraordinariamente reconocible por su coloración: una combinación entre rayas y rosetas oscuras sobre fondo amarillento. Similar al Margay (otro felino del bosque) es sin embargo de mayor tamaño (puede alcanzar el metro de longitud, así como los 16 kilogramos de peso). Su nombre (“ocelotl”) procede del náhuatl, la extinta lengua que hablaban los aztecas. La cola, que puede alcanzar los 45 centímetros, le sirve para mantener el equilibrio. Se trata de animales muy territoriales cuyos enfrentamientos se han saldado, en ocasiones, con la muerte. Al igual que ocurre con otros gatos salvajes, el Ocelote ha sido apreciado como mascota (Salvador Dalí no se resistió a tener un ejemplar de ellos). Una de sus características es que trepa excelentemente, lo cual le ayuda a encontrar presas en los árboles, normalmente pequeños monos; aunque también se mueve con soltura por el suelo espeso, acechando a venados de menor tamaño, roedores (paca, agutí) o invertebrados, amén de iguanas, ranas y tortugas. Suele alzarse sobre sus patas traseras para inspeccionar el terreno.
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La alimentación de este felino abarca mamíferos medianos y pequeños: zarigüeyas, monos, murciélagos, reptiles (caimanes jóvenes, lagartos y serpientes), huevos de tortugas y aves. El Ocelote caza y pesca a sus presas.
Se estima que los ocelotes crían cada dos años. La reproducción de esta especie americana comienza cuando se alcanza la madurez sexual, a los 24 meses. Las hembras paren de uno a cuatro cachorros, después de un período de gestación que va de 70 a 85 días.